Sonó el teléfono, al escucharlo, las avestruces corrieron asustadas, algunas escaparon del corral y se perdieron en la montaña, a una la encontraré mañana sepultada en la playa. Contesté el teléfono lástima que no estés aquí, pero sí estoy aquí. Hubiera podido ver el eclipse, pero estaba bajo tierra; comí de los árboles y maté animales con mis manos y piedras y comí carne cruda hasta que vi el fuego.
Soy... podré viajar fuera del planeta y confundirme con la tierra que ennegrece mis uñas. Salí a caminar un poco, hace tanto que estoy solo. Respiro la semilla verde que nutre la tierra, no sé qué hago aquí, pero respiro. Tenía mucho frío, el vello de mi cuerpo resopla, vi un camello sin pelo. El sol de estos días de invierno, eterno, me vuelve insensible. Quisiera, al igual que ayer, volver a montar una llama y perderme en la neblina y atravesar la inmensidad de la luz, del sol, pero no puedo, porque soy un criador de ranas.
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