jueves, abril 06, 2006

El dulce canto de las almohadas

Navegar por este mar que me lleva al mismo sitio (las olas siempre son olas, todo es igual en la plenitud de la monotonía) es una estrategia que no me pertenece, porque combatí una guerra que no era la mía, el regreso a mi hogar me hace confrontar lo que veo, por lo que paso, y mi meta es saber que algún día llegaré.
Según Tiresias, el adivino, estamos por atravesar la isla de las sirenas, a lo lejos vemos varios barcos encallados en las inmediaciones, le ordeno a mi tripulación que se tapen los oídos con cera y que me aten al mástil, no quiero perder esta oportunidad, he escuchado decir que el canto de estas criaturas es el más bello que existe, que es capaz de hacer perder la razón a quien lo escucha, veamos que tan acertado es esto.
Estoy atado y a la expectativa, veo la isla y en la playa alcanzo a distinguir, a pesar de la distancia, a bellas criaturas en medio de osamentas de hombres, al acercarme más logro ver que son cientos de sirenas las que están en la playa descansando, en cuanto la primera distingue la nave empieza el coro… y tenían razón, es lo más bello que halla escuchado jamás …cantaban, haciendo resonar su hermosa voz, y mi corazón quería oírlas. Siento el canto como una ligera brisa, como estar en medio de olas gigantescas, es un canto que me atraviesa y me hace sentir vulnerable, un canto que me hace reír como un loco y que me hace llorar por la belleza que encierra, es como estar en medio del bosque y escuchar al mismo tiempo a las aves y a las bestias salvajes, es un canto que me hace olvidar todo, que me atrapa y me deja solo.
No fue mucho tiempo lo que duró nuestra travesía a través de la isla, pero el tiempo en momentos como éste no tiene medida, es algo eterno que me seguirá por siempre.
Veo como muy lentamente se acerca uno de mis hombres quitándose la cera de los oídos, veo que mueve la boca y creo que me está preguntando algo, me desata mientras sigue hablando, yo no escucho nada, me tambaleo porque mi equilibrio está afectado, de verdad no escucho nada, todo el mundo está en silencio, como si no se atreviera a profanar lo que ha pasado, como si todo fuera un simple simulacro de lo que pasó, como si después de este canto el mundo no tuviera nada que decir. Y me asusta pensar que así sea.
Quisiera recostarme en mi lecho, estoy cansado y triste, voy a casa a encontrarme con mi esposa y mi hijo, a los que tuve poco tiempo por partir a esta estúpida guerra, de verdad quiero verlos, pero por el momento tengo que seguir dirigiendo el viaje, hemos de afrontar más calamidades, pero sé que en cuanto llegue a mi lecho trataré de regresar (sin importar el peligro de perderme) a este lugar que espero nunca me abandone en sueños: deseo que la almohada tenga un poco del dulce canto de las sirenas, espero que la almohada tenga un dulce canto siempre que vaya a acostarme.

1 comentario:

Ágata Trementina dijo...

Tienes faltas de ortografía y no sólo te colgaste de un clásico de forma poco interesaante, lo cual de hueva, la supuesta vuelta en la que "susteentas tu originalidad" también es trillada. Échele ganitas..